La Caja de Pandora
Entre el 700 y el 600 Antes de Cristo (o sea hace unos 2700 años) un poeta griego -una especie de comunicador social y político de nuestra época- llamado Hesíodo escribió, entre otros poemas, Los Trabajos y Los Días. Algo así como un tratado social en el que se explica por qué el trabajo sería -aparentemente- la única salida a la pobreza y al hambre de los seres mortales; destino muy diferente a la vida que ostentaban las y los dioses del Olimpo.
Hay quienes afirman que había una crisis agraria en curso y por tanto, la necesidad de colonizar nuevas tierras para su cultivo: esto explicaría por qué se hacía urgente recopilar, repensar y volver a escribir ciertos mitos sobre el origen del mundo. Y las preguntas suelen ser las mismas para todas las civilizaciones ¿Qué es el bien y qué es el mal? ¿Por qué unos trabajan y otros no? ¿Por qué hay injusticias en un mundo creado por la divinidad? ¿Quién se equivocó? Siempre hay que encontrar a un culpable, y ese no puede ser nunca El Creador.
Y por suerte, ahí es donde aparece la mujer. El Mito de Pandora: uno de los principales del compendio civilizatorio de Hesíodo. La primera mujer mortal que es ordenada por Zeus para destruir el paraíso de los hombres. Seductora y engañosa, portadora de enfermedades, desgracias, miserias e injusticias. Pandora es el pecado terrenal, el origen del caos, y el origen de nuestra Eva.
Pero los mitos no sirven sólo para edificar comportamientos acordes a la dominación. Los mitos son levadura de muchos fermentos. Pandora guardó en su jarra -o en su caja, en una versión más moderna- la espera, o la esperanza. Y si bien el sentido patriarcal pudiese arrojarle otra culpa sobre las desgracias humanas, también puede pensarse que más bien guardó para sí y para la humanidad, la capacidad necesaria para revertir el hechizo. Ahí es cuando la mitología se empapa de deseos de los seres mortales -o sea de nosotroxs, de la gente común- para convertirse en poderosas armas de la esperanza y la transformación.
Esta columna busca la genealogía de los mitos cotidianos para pensar qué de todo lo que explica nuestro mundo es real. La historia y el repaso del pasado son unas de las herramientas principales, aunque no las únicas. Comprender los contrasentidos de los mitos y aquellos saberes que impugnan -a veces silenciosamente y otras a los gritos- lo estático de la dominación, también es parte de esta tarea.
Historia no es un museo ni una asignatura curricular. La historia es la humanidad en el presente, y el presente no existe si no hay tiempo que lo anteceda y lo suceda. Esos sentidos son los que nos mueven a cuestionar las verdades dadas como tales y los relatos que permiten imaginar otra realidad: como una Pandora protagonista de la esperanza humana y desafiante del orden establecido ¡A eso nos dedicaremos a continuación!