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abril 2020

Francisco Pineda Gómez

Francisco fue antropólogo y profesor investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Oriundo y devoto de su tierra natal, volvía casi todos los fines de semana a Taxco con los suyos. Con esa pasión y cariño que tenía por aquella zona de Guerrero, dedicó este último tiempo al rescate del relato de los trabajadores mineros que en aquella ciudad llevan adelante una lucha desde hace más de 12 años contra Grupo México y sus intereses expoliadores. “En este mundo, controlado por quienes se hacen ricos a costa del trabajo de nosotras y nosotros, nos enseñan a maravillarnos con las riquezas; a admirar a quienes las poseen; a anhelar ser como ellos (…) Y al mismo tiempo nos enseñan a ignorar a quienes con sus manos y sus vidas trabajan día a día, ya sea en una fábrica, en el campo, en el taller, en la oficina, en las calles y en las plazas, o como en este caso, en las minas”: así comienza el libro que contiene las entrevistas a aquellos luchadores invisibilizados que con tanta admiración y solidaridad Pineda, junto a otros compañeros y compañeras, realizó, compiló y terminó de editar hace apenas pocos meses.

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#3 – Reorganización de las fuerzas

El Ejército Constitucionalista no logró su propósito de exterminar la revolución campesina y su Ejército Libertador. El invasor fue derrotado y expulsado de Morelos, pero la ocupación y la estrategia militar de tierra arrasada dejaron una huella indeleble de hambre, miseria extrema y muerte.

El desastre causado por la primera invasión carrancista fue enorme y premeditado. Golpeó las estructuras vitales para la autogestión de las familias, los pueblos y el ejército insurgente: muerte en gran escala, secuestros masivos y casas incendiadas; saqueo de maíz y condiciones de salud severamente agravadas. Mucha gente abandonó los pueblos y los trabajadores del campo tuvieron que dedicar esfuerzos extraordinarios para conseguir los alimentos primordiales. Los ingenios azucareros fueron saqueados y la maquinaria destruida; por ello, las treinta cuatro Fábricas Nacionales de la revolución campesina ya no pudieron reanudar sus actividades productivas. Los ferrocarriles y los telégrafos fueron arrasados y la revolución del sur perdió su capacidad para acuñar moneda y fabricar municiones en Atlihuayán. Todo eso y mucho más ha sido ocultado por el régimen y su historiografía dominante a fin de usurpar la bandera del pueblo y construir el gran artificio de una “familia revolucionaria” y su “revolución constitucionalista”.

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#3 – Plan de Ayala

Plan Libertador de los hijos del Estado de Morelos afiliados al Ejército Insurgente que defiende el cumplimiento del Plan de S. Luis, con las reformas que ha creído conveniente aumentar en beneficio de la Patria Mexicana.

Los que subscribimos, constituidos en Junta Revolucionaria, para sostener y llevar a cabo las promesas que hizo la Revolución de 20 de noviembre de 1910, próximo pasado, declaramos solemnemente ante la faz del mundo civilizado, que nos juzga, y ante la Nación a que pertenecemos y amamos, los propósitos que hemos formulado para acabar con la tiranía que nos oprime y redimir a la patria de las dictaduras que nos imponen, las cuales quedan determinadas en el siguiente Plan.

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#3 – Mujeres al frente

Hace poco más de cien años las condiciones de opresión sobre la mujer no eran distintas, aunque posiblemente más explícitas y menos cuestionadas. Para la mayoría de las mujeres no existía la opción de la formación académica y su participación social se encontraba fuertemente vinculada a las actividades domésticas y de producción agrícola. En ámbito profesional era frecuente encontrarlas ejerciendo como maestras y enfermeras. Sin embargo, era impensable la figura femenina a cargo de multitudes de varones ya fuere en las organizaciones políticas y menos aún en cargos militares. Frente a esto la mujer revolucionaria independientemente de su formación y origen urbano o campesino, se abrió paso a fuerza de su determinación rebelándose de manera simultánea a las estructuras patriarcales y sus diversas facetas de opresión. Miles de mujeres asumieron sus cargos centrales en múltiples tareas fundamentales para sostener la guerra de la revolución.

El grueso de los nombres de las mujeres que lideraron, sanaron, alimentaron y comunicaron a la gran masa popular irredenta que hizo posible la revolución: permanecerán en el anonimato. No obstante, a continuación les compartimos algunos de los nombres y las aportaciones de las que se tiene registro.

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#3 – La Revolución del Sur y la reorganización del Estado de Morelos (1915-1917)

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Francisco Pineda Gómez (ENAH)

Los pueblos de Morelos en las luchas de refundación

UAEM, Cuautla, Morelos, 24 de mayo de 2016.

 

Introducción

Tlaltizapán. Mor., 17 de marzo de 1917.

 

“Emiliano Zapata, Jefe Supremo de la Revolución de la República, a los habitantes del Estado de Morelos hago saber”…

Y como principio número uno de la Ley General Administrativa para el Estado de Morelos, Zapata señaló:

“Uno de los grandes anhelos de la revolución es el gobierno del pueblo por el pueblo”.

Este principio condensa un aspecto fundamental de la experiencia zapatista, en las enormes y difíciles tareas revolucionarias para reorganizar el Estado de Morelos.

 

El gobierno del pueblo por el pueblo significaba invertir, radicalmente, la pirámide de la estructura de poder existente. Es decir, para Zapata, las decisiones fundamentales de la vida económica, social y política radican en el pueblo, no en los privilegiados ni en los funcionarios públicos.

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#3 – De fantasma indomables y rebeldes con historia. Notas sobre el Centenario del asesinato de Emiliano Zapata

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A comienzo de 2019 en el Municipio de Villa de Ayala, el nuevo gobierno nacional declaraba a éste como el “Año del Caudillo del Sur”. Hacía pocos meses, se había creado la Comisión por la Memoria Histórica y Cultural, que depende exclusivamente de la Presidencia de la Nación, y está dirigida por Beatriz Gutierrez Müller, dejando en claro el peso que el pasado histórico tiene en la construcción oficial del discurso para el actual gobierno.

En aquel acto, el titular de dicha coordinación -Eduardo Villegas- afirmaba que Zapata representaba la lucha por un “nuevo orden social como lo estamos intentando hacer quienes formamos parte de la Cuarta Transformación” y Andrés Manuel López Obrador dedicó sus palabras a narrar el inicio del levantamiento campesino (“contra los abusos de los hacendados y por la defensa de sus tierras”) y el origen de Emiliano Zapata como dirigente del mismo, describiéndolo como tímido y de pocas palabras. En aquel relato identificó la lucha de Zapata con Francisco I. Madero, el “gobernante bueno con buenas intenciones” resaltando que el error fue no haber podido consolidar dicha alianza en el futuro. También aprovechó para anunciar los nuevos programas económicos para el campo y los jóvenes, y debió finalizar su discurso haciendo alusión a lo que minutos antes miembros de la familia Zapata y otros espectadores del acto habían denunciado: la suspensión de la Termoeléctrica de Huexca que en tiempos de campaña electoral López Obrador había prometido.

Desde entonces la distancia comenzó a trazarse. La respuesta del presidente fue ambigua, pero claramente iba marcando un camino: “tengo que meditar la suspensión porque el dinero invertido es de todos, y en caso de continuarse con dicha instalación los pobladores de Ayala estarán exentos del pago de luz”. Ya se veían los gestos de descontento del público presente, aunque era difícil adivinar el devenir de todo el proceso.

Lo que estaba claro era que, una vez más, la imagen de Zapata[1] sería vestida para la ocasión, y el Estado reconstruiría su propia analogía con el presente, logrando la identificación necesaria para el consenso dominante. Lo que la memoria popular pudiese responder a dicho relato, aún estaba por verse.

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#3 – Editorial

La memoria colectiva existe desde que existe la humanidad. Es la madre de nuestras identidades, tejedora del sentido colectivo. La memoria, por tanto, es la primera piedra que sostiene la cultura, eso que nos hace ser de cierta manera y que explica el origen de las cosas, el por qué del movimiento y distingue lo posible de lo imposible.

En nuestra cotidianidad están presentes estos sentidos, que a veces sostienen las cosas como están. Entonces aquella memoria colectiva se hace rutina, se congela y se institucionaliza. Nos roban el pasado y se lo apropian quienes nos someten. Sin embargo, pervive -como si fuese un objeto sagrado que conservamos en secreto- un susurro que nos recuerda el pasado rebelde y que, poco a poco o poco a mucho, nos empuja a cuestionarnos aquello que ha quedado cristalizado: lo único posible, “lo que nos tocó en suerte”.

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